Algunas veces
pensamos que, por el destino que nos aguarda, destacamos entre el
resto de las personas. Tenemos algo distinto que nos hace diferentes
y especiales, y es como si resurgiéramos de una montaña de hojas
muertas. Todo el mundo nos contempla, nos admiran, otros nos
envidian... Somos un espécimen único, las grandes hazañas llevarán
nuestro nombre. Seremos recordados de una manera muy singular.
Luego, está la
igualdad. Somos iguales. Y esa es la verdad. Los importantes se abren
paso mediante actos poderosos que provocan que los demás nos
quedemos atrás. La mayoría de esos es inconsciente de estar
realizando esa maniobra: unos desde los lazos de su familia cargan
con esa costumbre, otros lo ven como la única razón para avanzar.
Por otro lado, y en
último lugar, están los excéntricos. Gente que no destaca, que se
queda parada en medio del camino y es abandonada. En el lugar
correcto, porque es como ellos lo ven desde su punto de vista, pero
los restantes, contrarios a sus ideas, continuaron y sólo miraron
hacia atrás para verlos desaparecer.
Sin embargo, la
realidad es que aquellos que se detuvieron, dieron media vuelta y
encontraron un camino mejor por el que seguir.
Y, así, los
adelantaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario